El río Douro. Siempre presente en Oporto, dividiéndola y a la vez uniéndola, dándole vida. Llegamos a su desembocadura desde el centro de la ciudad, en un agradable paseo en tranvía. Ese tranvía tan portugués, bullicioso y popular.
Caía la noche y las sombras comenzaban a ganar posiciones, los azules de las aguas se mezclaban con los del cielo, y el sol ya escondido, teñía el fondo sutilmente.
Y de recuerdo de ese bonito momento, esta foto. De todas las que hice esa tarde, creo que es la que mejor transmite tanta magnificencia.
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